Día 16 Junio horario Madrid 23:10, San Petersburgo Rusia 01:11
Quien le iba a decir a ese niño de 16 años (yo) volviendo del viaje de fin de curso con la película Danko “Calor Rojo” en la Televisión del Autobús, en un momento en el que la zona Sovietica aún se veía desde nuestra cultura como gente hostil o “rara”, que 11 años después se encontraría en la cocina de la mejor amiga de su novia Rusa en San Petersburgo, compartiendo unos Pelmene, una ensaladilla rusa de las de verdad, cerveza y champán. Observando como después de dos años se produce un encuentro entrañable, un encuentro en el que se comparten dos años de experiencias separadas, se prueban ropa y rien como probablemente hacían antes de que la niñez las intentará abandonar del todo.
He aterrizado a eso de las cinco de la tarde, mi primera impresión al bajar del avión es que estaba en una ciudad portuaría como Valencia, aire lleno de humedad alimenta mis pulmones y deja cierto regusto en mi boca de industria pesada y puerto que pocas cuidades te dejan. No es una ciudad turística de playa, es un puerto en toda su extensión, una urbe dinámica, joven y llena de vida, con un caos y desorden que te cautivan desde el minuto uno.
Los funcionarios aduaneros, herederos de otra época (la sovietica), siguen siendo tan antipáticos como siempre han sido y no tratan al extranjero como algo a lo que cuidar, simplemente estás ahí y debes cumplir las mismas reglas que cualquiera que sepa ruso desde la cuna, mejor será que no tengan un mal día…parece que uno sea su enemigo.
En cuanto a la gente aquí, se toma en serio muchas cosas, entre ellas están los demás y su tiempo. Son puntuales como no he visto en otro lugar y comprometidos con aquellos a los que aprecian de una manera casi militar. No importa los recursos de los que dispongan, si un ruso/a te dicé que te recogerá en coche, vive Dios que lo hará aunque el coche se caiga a pedazos y el conductor tenga el carnet retirado por pelearse con un policía. Estará con el coche en punto a la hora que quedó contigo y no solo te llevará, te hará el viaje lo más agradable posible, sin prisas y te dará su teléfono para que le llames en cualquier momento. Tal vez lo único que te pida a cambio es que le llenes un deposito de combustible para llevarte donde te de la gana a la hora que quieras y dada la situación aquí, es mucho más de lo que esperaría uno en la mayoría de países supuestamente “desarrollados” y “supereducados”. El compromiso cuenta mucho más que las vanas palabras, el quedar bien y no cumplir aquí no se lleva.
Los pisos parece que se vayan a caer y contrastan con las modernas construcciones, la clase media tampoco se lleva mucho aquí, la mayoría está o forrada o al límite de lo que un Europeo o Americano medio podría resistir para poder conciliar el sueño por la noche pensando en que será de él mañana.
Oigo las risas de fondo preguntándome si mi chica estará de acuerdo con lo que escribo, puede que se lo de a leer, no sé…Me gustaría poder expresar lo que siento en menos de 24 horas aquí. Uno pasea por calles que parece que se han hecho para gigantes, ve el recuerdo de un sueño, que una vez estás aquí da la impresión de que alguna vez funcionó, que tan solo se vino abajo por el egoismo de unos pocos, que se puso de rodillas ante la banalidad y corrupción del hombre, quien sabe…
El metro es espectacular, como las calles y los edificios, los puentes, como casi todo lo que aquí se ha hecho o se hace, un metro mucho más avanzado para su época de construcción de lo que en Europa pueda haber existido en su mismo periodo histórico e incluso hoy (y en esto me juego hasta el último céntimo que tengo). Adornado como un palacio tiene vocación de servicio público hasta el último detalle, cuando bajas por las escaleras mecánicas parece que te dirijas hasta las mismas entrañas de la madre tierra y cuando ves los pequeños detalles como las triples escaleras mecánicas para las reparaciones y mantenimientos te das cuenta que la cultura rusa tiene esa típica forma de hacer las cosas, primero usando la cabeza mucho, y luego cuanto más corazón mejor, mucho corazón intentando no olvidar la cabeza, tal vez demasiado corazón.
Es una ciudad alegre, aunque la gente no sonríe mucho, parece que la melancolía es parte de la cultura rusa, eso también lo aprendí hoy. A pesar de ello no es una cuidad triste, todo lo contrario es dinámica y dicharachera, educada, bromista…es un pulso a la vida, como una apuesta recien hecha esperando su resultado.
Me temo que antes o después nuestra aburrida cultura capitalista acabe con la (en parte) aún inocencia o candidez (no ignorancia ni nada por el estilo) del pueblo ruso. Ellos aún sueñan con que las cosas pueden ser mejor, aún tienen fé en ello, al menos es lo que se respira aquí, aún piensan que se pueden comer el mundo…y por eso se adaptan a todo, comparten, ríen, sueñan y salen adelante.
Por ahora no se me ocurre nada más…mañana tal vez sí.